LO MARGINAL, UN PROBLEMA HISTÓRICO ANTROPOLÓGICO EN LATINOAMÉRICA.
Dos nociones
emergen al tema histórico de las instituciones democráticas en Latinoamérica:
lo significativo y lo marginal, nociones problemáticas de la antropología
histórica y filosófica. Es evidente que dentro de todos los acontecimientos
históricos de nuestra tierra, la llegada de los conquistadores españoles
significó incrustar nuevas estructuras de gobierno peninsular europeo,
promoviendo lo marginal en los acontecimientos históricos que devenían.
La
contención de los intentos inconclusos de los movimientos revolucionarios en
América Latina, no sobresalieron a pesar de las necesidades históricas de los
pueblos de las tierras vírgenes del sur que recibían el espíritu de las más
inclementes y estrepitosas fuerzas del espíritu del viejo continente, he ahí el
grito unánime de la existencia de lo marginal. Los ideales incipientes hacia la
eliminación de las estructuras pseudo-democráticas de los invasores, que
históricamente, estaban representadas en el poder oligárquico, solo dejaban en
evidencia los portentosos intereses de las manos de los hombres nobiliarios y
revelaban una hipocresía que se alejaba de las necesidades de los personajes
populares, legítimos, que reclamaban la experiencia de la verdadera democracia.
Así pues, nuevos terratenientes se manifestaron en el ámbito histórico y
políticos, apostillando las clausulas infames de lo marginal y la exclusión.
Una de las
principales particularidades del hombre latinoamericano que padece la condición
de lo marginal es, en cuanto a lo que se refiere a su estructura política, el
cambio sufrido de su noción de persona. Su carácter intersubjetivo se ha
reducido a una condición difusa del individuo. El individuo está sólo,
abandonado, ensimismado, secularizado; por lo tanto, estas son característica
que explican los acontecimientos históricos que le han seguido a las
estructuras de gobierno que ha promovido los hombres suramericanos.
El individuo
es un ser que se orienta hacia sí mismo evidenciando un cierto egoísmo que
construye la desigualdad entre todos los integrantes de las sociedad. Tanto
así, que la existencia de las clases sociales y su lóbrega experiencia ha sido indicativo
de esta falsa noción determina la realidad del ser humano. Porque en el
contexto de lo democrático, esto ha sido lo más evidente que se ha vivido,
encontrando que el pueblo se ha convertido [1] en un indigente dependiente de
los poderosos que se hacen “humanos” a partir de este acontecimiento.
Es de esta
manera, que las guerras de independencia en América Latina se han desarrollado,
instaurando un atraso, no en las personas, sino en los individuos para hacer
una verdadera revolución económica, social, política totalmente desacralizada
de lo humano. Los grandes disturbios de la historia de independencia, no han
sido más, que pequeñas, mal desarrolladas, formas de impacto que no fueron
efectivas para realizar ruptura en las estructura de gobierno secular. En la
época de la colonia esto fue evidente. A la sucesión de un tipo de gobierno
nunca siguió otro distinto, por el contrario, lo que sucedió fue un “cambio de
guardia” que no cambiaría nada lo establecido, más lo único que sí cambiaría, seria
a los individuos que detentan el poder: la realidad entre los criollos y los
chapetones. Uno de los ejemplos más sobresalientes, fue manifestado en el
movimiento de los Comuneros, en donde la premisa era “abajo el mal gobierno,
arriba el rey”, cuando debió de ser, “abajo el mal gobierno, abajo también el
rey”.
De tal
forma, se puede reconocer esa falta de reconocimiento en el hombre
latinoamericano de su personalidad, que se le ha restringido para luchar, para
combatir, en contra del orden señorial impuesto como monopolio de corte
cultural, que se sustentaba en valores sociales, estructuras normativas,
organización social, y técnica[2]. Es verdad que un cambio significativo sería
un nuevo orden social adaptado al anterior, también en, un orden revolucionario
distinto con circunstancias propicias [3], pero lo que actualmente acontece, es
que lo marginal ha reinado evidenciando que los elementos de orden social son
graduales, parciales, menores [4].
De tal
manera, que dentro de las guerras de independencia lo que sucedió fue un cambio
marginal más no un cambio significativo. Esto sustentado en la pasividad,
temor, adaptacionismo, del hombre suramericano a las estructuras, que
inicialmente coloniales, han denotado relevancia de dominio, tal vez debido, a
un elemento pedagógico que siempre impresiono a los hombres del nuevo mundo,
como lo fue la inserción de elementos propios de la Ilustración: “lo que
resulto a la larga, fue una democracia de tipo “ateniense”. Se quiso ser leal a
la forma y a la palabra, a la cláusula y al capítulo antes de prestar estricta
atención a la esencia de lo nuevo. Las constituciones fueron y vinieron como
ejercicios literarios, o quedaron como expresión de buenas intenciones en
hombres ilustres”[5].
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[1]
Cfr.VARIOS. Antropología en perspectiva latinoamericana. Bogotá: Ed. USTA.,
1990. p. 221
[2] Cfr.
BORDA, Orlando Fals. Las revoluciones inconclusas en América latina 1809-1968.
Colombia: Ed. Siglo XXI, p. 18
[3] Cfr. p.
19
[4] Cfr. p.
19
[5] Ibíd. p.
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