Logos o razón como comprensión del mundo
MAURICIO JARABA VERGARA.
DOCENTE INVESTIGADOR DE
DE LA UNIVERSIDAD PONTIFICIA BOLIVARIANA
UNIVERSIDAD AUTÓNOMA LATINOAMERICANA.
LICENCIADO EN FILOSOFÍA Y PEDAGOGÍA
MAGISTER EN POLÍTICA Y RELACIONES INTERNACIONALES
CANDIDATO A DOCTOR DE LA UNIVERSIDAD DE MÉXICO
“La filosofía no se inició
con los griegos, se inicia
Todos los días con los
griegos” Juan Rulfo.
De
las múltiples cosas que heredamos de occidente, el logos configura gran parte de nuestra comprensión sobre el
mundo. Variada es su ascensión semántica; razón,
ciencia, estudio, tratado, lenguaje cierto, develación del ser, acontecimiento que se desoculta entre
otros. El logos es el responsable
directo de la pregunta si existimos realmente, si lo que estamos viendo en este
momento es realidad o solo es una proyección de nuestras ideas. Por ejemplo
contemplar la silla, ver fluir el rio, observar a mis compañeros. ¿Es realmente
cierto? ¿Es solo una proyección de mis ideas? Pero aun así, valdría la pena
roer esta procedencia que occidente nos ha heredado, ¿Qué es realmente el
logos? Varias consideraciones podrían atraparnos para acercarnos a la
respuesta. Empero, los antiguos griegos hicieron del preguntar un ejercicio
filosófico para tratar de llegar a la esencia de las cosas, ese logos que
aceptamos como razón es para occidente un faro que ilumina la senda en plena
noche, es la manera de nombrar y atrapar lo que no se ha dicho, es la soltura
del lenguaje por reconocer la verdad, es el carruaje
halado por la fuerza del caballo como lo comenta Platón, es una forma de
habitar el mundo.
La
razón ha vuelto a la argumentación una gimnasia dialógica, una metáfora
existencial sobre lo que somos y seremos. La develación del logos es un
ejercicio plenamente griego y este, ha puesto su morada en la existencia. Somos
razón, pensamos ayudados por la razón, nuestras decisiones están mediadas por la
razón. Aunque muchos afirman que no solo somos razón y este juicio es agradable
reconocerlo. Bien lo afirma el viejo Quirón cuando hacía de sus razonamientos
un nombrar al hombre por medio del mito: “el
hombre es ese animal paradójico, mitad bestia, mitad humanidad” sin duda
alguna aquellas pasiones desenfrenan lo dionisiaco, pero la razón empuja al
hombre a volver sobre lo apolíneo, el orden.
Si
la razón es nuestra herencia, la copa que día a día empuñamos para celebrar
nuestros pensamientos, una tradición que nos viene del más entrañable recuerdo.
¿Por qué la filosofía hoy en día sigue siendo tan monástica, doctrinal,
histórica? Muchos han hecho del ejercicio filosófico una tiranía de lo escrito
donde los pensadores cumplen en repetir a pie puntillas la tradición. En este sentido, es la tiranía de la clase, la que nos domina cuando nos expresamos,
porque los conceptos solo ven la superficie de algo que ya se dijo, en cambio,
el interior del concepto pertenece a la vida, a los avatares, a la fluidez de
la razón en comprender y hacer del mundo una nueva lectura, en desvelar el
lenguaje del ser, de lo cierto.
De
esta herencia queda por enunciar algo, “La
filosofía como forma de pensar y forma de vivir tiene en el logos su expresión
y en el eros su secreción, ya que incluso la razón tiene en la pasión su causa
motriz”. Por eso es que pensar debe
ser un ejercitarse, un considerar que el pensamiento es imprescindible para la
existencia que podemos pensar juzgar y decidir, o como diría Deleuze: “pensar crear y resistir”. Tener
presente que lo terrible y fascinante de la filosofía es que nos pone cara a
cara con lo que somos, con situaciones impensables. Por eso se debe filosofar riendo porque filosofar es un
encuentro fortuito con la razón, un volver y un surgir. Reír es una terapia que
desaloja la melancolía, des tensiona el alma, vuelve al cuerpo lo humano
sensatamente humano.
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